Los telegramas llegaron a ser nuestro único recurso. Seres
ligados por la inteligencia, por el corazón o por la carne fueron reducidos a buscar los signos
de esta antigua comunión en las mayúsculas de un despacho de diez palabras. Y como las
fórmulas que se pueden emplear en un telegrama se agotan pronto, largas vidas en común o
dolorosas pasiones se resumieron rápidamente en un intercambio periódico de fórmulas
establecidas tales como: "Sigo bien. Cuídate. Cariños."