En verdad, demasiado aprisa habéis muerto para mí, vosotros fugitivos. Pero no huisteis
de mí, tampoco yo huí de vosotros: inocentes somos unos para otros en nuestra infideli-
dad.
¡Para matarme a mí os estrangularon a vosotros, pájaros cantores de mis esperanzas! Sí,
contra vosotros, queridísimos, disparó la maldad siempre sus flechas - ¡para dar en mi
corazón!