Después somos acribillados sin misericordia
por una ráfaga de poesía existencialista :
Y vivir, qué cuesta arriba.
Y sentir que no sé qué hago aquí.
Y andar siempre arrastrado,
y perder…
que no puedo pensar.
No, vestida de colores, se fué ¿dónde está?. No, vestida de colores, quizás, no existió jamás. No, vestida de colores, quizás, amanecerá.
Que importa que me engañes
y luego me sonrías
si sólo eras la yegua
que yo más quería