``Las dudas no convienen a creyentes, convencidos y conformistas.
Menos todavía a acomodaticios y oportunistas que se han pasado de bando y se han dejado empujar e intimidar.
Nadie más intransigente que un converso. En tiempos de hegemonías oceánicas y unanimismos, las preguntas ofenden.
Veamos lo que nos dicen las certezas.
La hoja de ruta está ya trazada.
No hay marcha atrás.
Sí o sí, o incluso sí y sí.
Hay líneas rojas que no podemos pisar.
Tenemos un calendario y una fórmula irrenunciables.
Hay plazos perentorios.
Tenemos prisa.
No reconocemos ninguna vía tercera o intermedia entre la nada que identificamos con lo que tenemos y el todo que queremos y creemos obtener de inmediato.
{...} Quien dude de la fecha, las preguntas y el objetivo histórico, merecerá quedar descalificado{...}
Y sin embargo, la duda no excluye el problema.
Al contrario, le da profundidad y amplitud.
Si partimos de la duda, podemos al final incluirnos a todos.
Si partimos de la certeza dictada por alguien que ha decidido ya el camino y el destino, entonces es seguro que nos dividiremos y fracasaremos.
Todos por igual, por cierto.``