Manfred
Te diré, hombre, que he vivido muchos años,
muchos largos años, pero no son nada ahora
comparados con aquellos que aún debo contar:
edades, edades, espacio y eternidad... y conciencia,
con una feroz sed de muerte que saciada nunca será.
Manfred - Acto II
Cazador de gamuzas
Sin embargo, sobre tu frente el sello de la mediana edad
apenas ha arraigado: yo soy mucho mayor que tú.
Manfred
¿Piensas que la existencia depende del tiempo?
Así parece; pero son las acciones nuestras épocas,
y las mías han hecho mis días y mis noches interminables,
eternas, y todas iguales, como las arenas de una playa,
átomos innumerables, un desierto frío y desolado
contra el cual rompen las más salvajes olas
sin que nada quede, salvo cadáveres y ruinas,
rocas, y las saladas algas de la amargura.
Cazador de gamuzas
¡Ay!, ¡está loco!; pero no debo dejarlo aún.
Manfred
Desearía poder estarlo, pues entonces aquello que veo
sería tan sólo el febril delirio de un enfermo.
Cazador de gamuzas
¿Y qué es
eso que ves, o que crees estar viendo?
Manfred
A mí mismo, y a ti, un labriego de los Alpes;
tus humildes virtudes, tu hospitalario hogar
y tu paciente espíritu, piadoso, orgulloso y libre;
tu respeto por ti mismo, nacido de inocentes pensamientos;
tus días de salud y tus noches de reposo; tus trabajos
dignificados por el peligro, aunque libres de culpa;
tus esperanzas de una grata vejez y de una sosegada tumba,
con una cruz y flores sobre su verde hierba
y el amor de tus nietos como epitafio;
todo esto veo... y entonces miro a mi interior...
Mas no importa: ¡mi alma ya estaba perdida desde antes!
Cazador de gamuzas
¿Es que querrías, entonces, cambiar tu existencia por la mía?
Manfred
No, amigo. No te haría tal mal, ni cambiaría
mi destino con el de ser vivo alguno: puedo soportar
(si bien miserablemente, sigue siendo soportar)
en vida lo que otros ni aun podrían aguantar soñar,
sino que perecerían en su sueño.