Después somos acribillados sin misericordia
por
una ráfaga de poesía existencialista :
Y vivir, qué cuesta arriba.
Y sentir que no sé qué hago aquí.
Y andar siempre arrastrado,
y perder…
que no puedo pensar.
Me acuerdo de sus caricias
y la memoria me engaña, me se come la desdicha
y me cuelgan las arañas. Voy a empaparme en gasolina una vez más, voy a rasparme a ver si prendo
y recorrer de punta a punta la ciudad
quemando nuestros malos sueños [...]
quemando todos tus recuerdos.
No, vestida de colores, se fué ¿dónde está?. No, vestida de colores, quizás, no existió jamás. No, vestida de colores, quizás, amanecerá.
Que importa que me engañes
y luego me sonrías
si sólo eras la yegua
que yo más quería