El amor es, supremo, omnipotente, omnipresente y omnisciente; creador, juez, protector y, en algunos casos, salvador del universo y la humanidad. El amor no está limitado absolutamente por nada, y, por lo tanto, sería infinito. Infinito en relación al espacio (inmensidad del amor) o al tiempo (eternidad del amor). Con relación al espacio el amor sería infinito porque está presente en todo lugar e incluso fuera de él; tal atributo estaría relacionado con la omnipresencia. En cuanto al tiempo sería infinito por ser eterno.

Sobre la desobediencia

La aplicación más importante del concepto de carácter social consiste en distinguir el carácter social futuro de una sociedad socialista, tal como la imaginó Marx, del carácter social del capitalismo del siglo XIX, con su deseo primordial de poseer propiedad y riqueza, y del carácter social del siglo XX (capitalista o comunista), que se impone cada vez más en las sociedades muy industrializadas: el carácter del homo consumens. El homo consumens es el hombre cuyo objetivo fundamental no es principalmente poseer cosas,sino consumir cada vez más, compensando así su vacuidad, pasividad, soledad y ansiedad interiores.En una sociedad caracterizada por empresas gigantescas, y por desmesuradas burocracias industria-les, gubernamentales y sindicales, el individuo, que no tiene control sobre las circunstancias de su trabajo, se siente impotente, solo, aburrido y angustiado. Al mismo tiempo, la necesidad de lucro delas grandes industrias de consumo recurre a la publicidad y lo transforma en un hombre voraz, un lactante a perpetuidad que desea consumir más y más, y para el que todo se convierte en artículos de consumo: los cigarrillos, las bebidas, el sexo, el cine, la televisión, los viajes, e incluso la educación,los libros y las conferencias. Se crean nuevas necesidades artificiales y se manipulan los gustos del hombre. (El carácter del homo consumens en sus formas más extremas constituye un conocidísimo fenómeno psicopatológico. Se encuentra en muchos casos de personas deprimidas o angustiadas que se refugian en la sobrealimentación, las compras exageradas o el alcoholismo para compensar la de- presión y la angustia ocultas.) La avidez de consumir (una forma extrema de lo que Freud llamó el“carácter oral-receptivo’”) se está convirtiendo en la fuerza psíquica predominante de la sociedad industrial contemporánea. El homo consumens se sumerge en la ilusión de felicidad, en tanto que sufre inconscientemente los efectos de su hastío y su pasividad. Cuanto mayor es su poder sobre las má-quinas, mayor es su impotencia como ser humano; cuanto más consume más se esclaviza a las cre-cientes necesidades que el sistema industrial crea y maneja. Confunde emoción y excitación con ale-gría y felicidad, y comodidad material con vitalidad; el apetito satisfecho se convierte en el sentido de la vida, la búsqueda de esa satisfacción, en una nueva religión. La libertad para consumir se transforma en la esencia de la libertad humana